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Los ojos de Álvaro se abren lentamente, sin parar. Es casi imperceptible, cualquiera diría que están quietos, pero cada vez son más y más grandes. Tiene ocho años y está sentado en la primera fila de la carpa, con las manos apoyadas en las rodillas y la barbilla en punta. Las palabras de Purificación Sánchez, la científica, martillean su cabeza: «volcán» y «cine» y «química». Bastan unas gotitas en el frasco para que el líquido cambie de color y empiece a brotar una nube blanca. «Guau», dice Álvaro. Sánchez, consciente de que hay una veintena de niños escuchando con atención, cierra el experimento: «Parece magia, ¿verdad? Pero es ciencia».
La noche, ayer, empezó a las cinco y media de la tarde. Lo hizo aquí, en Granada, y en otras 371 ciudades europeas, todas unidas bajo el paraguas de la ciencia por décimo año consecutivo. 'La Noche Europea de los Investigadores' convirtió el Paseo del Salón en un enorme laboratorio al aire libre, donde miles de personas de todas las edades enfrentaron su curiosidad a los primeros protagonistas del evento: los mejores científicos de Granada, venidos de la Universidad, de Genyo, del Instituto de Investigación Biosanitaria, del Instituto de Astrofísica y de la Estación Experimental del Zaidín, entre otras. Los segundos protagonistas, claro, fueron los niños.
Bajo una enorme cadena de ADN hecha con globos de colores, hay un espectáculo de marionetas. Los niños deben avisar cuando venga un virus y gritar con todas sus fuerzas para ayudar al linfocito protagonista. «¡Cuidado!», exclaman entusiasmados. En la última fila, una niña tira de la manga de su madre: «¿Es el lobo?», pregunta. Más allá, en el centro del paseo, hay una mesa cruzada repleta de fósiles. «¿Sabéis cómo se forman las perlas? ¿No? Os lo voy a contar», dice el monitor, rodeado de una decena de pequeños. Una joven científica hace las veces de presentadora de 'Pasapalabra': «Comienza con hache. Línea que separa el cielo de la tierra». Luis y Antonio, metidos en un rosco igualito al de la tele, se miran uno a otro y responden casi al mismo tiempo –quizás después de escuchar alguna pista entre la multitud–: «¡Horizonte!».
Juan tiene cinco años y nunca había visto «algo tan pequeño siendo tan grande», confiesa al separar la vista del microscopio. Ana, Lucía, Carmen y Julia han hecho unas células de plastilina que, según la monitora, «son perfectas». Alejandro y Roy acaban de completar un puzle formado por fragmentos de un manuscrito sumerio. Luis, agachado con una diapositiva en la mano, comprueba cómo la luz se fragmenta para mostrar con distintos colores la longitud de una onda... Y tantos y tantos otros pequeños y pequeñas, todos asombrados con la ciencia.
«Aquí, agudizando el ingenio», dice José Miguel, que se está enfrentando a su hija Nora en un juego de inteligencia, en la carpa de Ciencias de la Educación. «La verdad es que esto está muy entretenido, sobre todo para los niños... Bueno, ¡para mayores también!», ríe. En frente, en el stand de ciberseguridad, Marta Fuentes ha llamado la atención de unos adolescentes con cuatro figuras del videojuego 'Among Us'. «Os voy a explicar lo que pasa cuando la conexión falla y cuáles son los mayores peligros que hay en Internet», empieza. Álvaro Martínez, del Instituto Andaluz Interuniversitario en Data Sciencia (Dasci), invita a Michael e Ismael, de diez años, a construir algo con unas piezas de madera. Luego, un algoritmo reconocerá con una foto qué estilo arquitectónico han hecho. «¡Una torre salomónica!».
José Antonio Lorente, director científico del centro Genyo y profesor catedrático en la Facultad de Medicina de la UGR, sale contento de un taller de criminalística. «Qué buen ambiente hay. Esto es Granada sacando a la calle una de sus grandes virtudes: la ciencia. Quién sabe –termina–, lo mismo despierta alguna vocación científica en algún niño».
Una noche de cinco horas y más de 150 citas, entre ponencias, charlas y talleres. Se habló de todo: cambio climático, la cura del cáncer, antibióticos marinos, vehículos autónomos, daltonismo, nanomedicina, botánica... Y todo sin salir de Granada. La noche acabó a las diez, en un enorme escenario colocado en mitad del Salón, con 'Alfonso X, el rey que quiso ser astrónomo', una maravilla entre el teatro y la música, con el coro de la UGR, el grupo 'Sirkedjè' y las imponentes voces de José Antonio Meca y Encarna Torres. De vuelta a casa, los ojos de Álvaro estaban por todas partes.
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